Durante la Reforma protestante, la celebración del nacimiento de Cristo fue prohibida por algunas iglesias protestantes, llamándola "Trampas de los papistas" y hasta "Garras de la bestia", debido a su relación con el catolicismo y el paganismo antiguo. Después de la victoria parlamentaria contra el Rey Carlos I durante la Guerra civil inglesa en 1647, los gobernantes puritanos ingleses prohibieron la celebración de la Navidad. El pueblo se rebeló realizando varios motines hasta tomar ciudades importantes como Canterbury, donde decoraban las puertas con eslóganes que hablaban de la santidad de la fiesta. La Restauración de 1660 puso fin a la prohibición, pero muchos de los miembros del clero reformista, no conformes, rechazaban las Celebraciones Navideñas, utilizando argumentos puritanos.
En la América colonial, los Puritanos de Nueva Inglaterra rechazaron la Navidad, y su celebración fue declarada ilegal en Boston de 1659 a 1681. Al mismo tiempo, los cristianos residentes de Virginia y Nueva York siguieron las celebraciones libremente. La Navidad cayó en desagrado de los Estados Unidos después de la Revolución Americana, cuando se estimó que era una costumbre inglesa.
En la década de 1820, las tensiones sectarias en Inglaterra se habían aliviado y algunos escritores británicos comenzaron a preocuparse, pues la Navidad estaba en vías de desaparición. Dado que imaginaban la Navidad como un tiempo de celebración sincero, hicieron esfuerzos para revivir la fiesta. El libro de Charles Dickens Un cuento de Navidad, publicado en 1843, desempeñó un importante papel en la reinvención de la fiesta de Navidad, haciendo hincapié en la familia, la buena voluntad, la compasión y la celebración familiar.
La Navidad fue declarada día feriado federal de los Estados Unidos en 1870, en ley firmada por el Presidente Ulysses S. Grant, pero aún es una fiesta muy discutida por los distintos líderes puritanos de la nación.
En la actualidad, "Los Testigos de Jehová" no celebran la Navidad por considerarla una festividad pagana, además rechazan que sea el 25 de diciembre la verdadera fecha del nacimiento de Cristo Jesús porque en 'el calendario judío, el mes que cae entre noviembre y diciembre es el mes llamado kislev', que "es frío y lluvioso. Luego viene tebet, entre diciembre y enero, que es el mes con las temperaturas más bajas del año e incluso algunas nevadas en las zonas altas". Haciendo referencia al Evangelio de Lucas 2:8-12 dicen que cuando nació Jesús, había pastores en los campos pasando la noche al aire libre con sus rebaños, algo que no sería posible si fuese invierno.
lunes, 28 de diciembre de 2009
¿CÓMO NOS LLEGÓ LA NAVIDAD?
Formación de la Navidad como fiesta de diciembre
Según la Enciclopedia Católica, la Navidad no está incluida en la lista de festividades cristianas de Ireneo ni en la lista de Tertuliano acerca del mismo tema, las cuales son las listas más antiguas que se conocen. La evidencia más temprana de la preocupación por la fecha de la Navidad se encuentra en Alejandría, cerca del año 200 de nuestra era, cuando Clemente de Alejandría indica que ciertos teólogos egipcios “muy curiosos” asignan no sólo el año sino también el día real del nacimiento de Cristo como 25 pashons copto (20 de mayo) en el vigésimo octavo año de Augusto. Desde 221, en la obra Chronographiai, Sexto Julio Africano popularizó el 25 de diciembre como la fecha del nacimiento de Jesús. Para la época del Concilio de Nicea I en 325, la Iglesia Alejandrina ya había fijado el Díes nativitatis et epifaníae.
El papa Julio I pidió en 350 que el nacimiento de Cristo fuera celebrado el 25 de diciembre, lo cual fue decretado por el papa Liberio en 354. La primera mención de un banquete de Navidad en tal fecha en Constantinopla, data de 379, bajo Gregorio Nacianceno. La fiesta fue introducida en Antioquía hacia 380. En Jerusalén, Egeria, en el siglo IV, atestiguó el banquete de la presentación, cuarenta días después del 6 de enero, el 15 de febrero, que debe haber sido la fecha de celebración del nacimiento. El banquete de diciembre alcanzó Egipto en el siglo V.
Adopción de la fecha de Navidad como 25 de diciembre
Un árbol de Navidad.En Antioquía, probablemente en 386, Juan Crisóstomo impulsó a la comunidad a unir la celebración del nacimiento de Cristo con el del 25 de diciembre,[1] aunque parte de la comunidad ya guardaba ese día por lo menos desde diez años antes.
En el Imperio romano, las celebraciones de Saturno durante la semana del solsticio, que eran el acontecimiento social principal, llegaban a su apogeo el 25 de diciembre. Para hacer más fácil que los romanos pudiesen convertirse al cristianismo sin abandonar sus festividades, el papa Julio I pidió en 350 que el nacimiento de Cristo fuera celebrado en esa misma fecha.
Algunos mantienen que el 25 de diciembre fue adoptado solamente en el siglo cuarto como día de fiesta cristiano después de que el emperador romano Constantino I el Grande se convirtió al cristianismo para animar un festival religioso común y convertir a los paganos en cristianos. La lectura atenta de expedientes históricos indica que la primera mención de tal banquete en Constantinopla no sucedió sino hasta 379, bajo San Gregorio Nacianceno. En Roma, puede ser confirmado solamente cuando se menciona un documento aproximadamente del año 350, pero sin ninguna mención de la sanción por el emperador Constantino.
Los primeros cristianos celebraban principalmente la Epifanía, cuando los Reyes Magos visitaron al Niño Jesús. (Esto todavía se celebra en Argentina, Armenia, España, Perú, Paraguay, Puerto Rico, República Dominicana, México, Colombia, Uruguay, Venezuela y Chile). Para las Iglesias Orientales la Epifanía es más importante que la Natividad, ya que es ese día cuando se da a conocer al mundo, en la persona de los extranjeros.
Algunas tradiciones de la Navidad, particularmente las de Escandinavia, tienen su origen en la celebración germánica de Yule, como son el árbol de Navidad. Allí la Navidad se conoce como Yule (o jul).
Según la Enciclopedia Católica, la Navidad no está incluida en la lista de festividades cristianas de Ireneo ni en la lista de Tertuliano acerca del mismo tema, las cuales son las listas más antiguas que se conocen. La evidencia más temprana de la preocupación por la fecha de la Navidad se encuentra en Alejandría, cerca del año 200 de nuestra era, cuando Clemente de Alejandría indica que ciertos teólogos egipcios “muy curiosos” asignan no sólo el año sino también el día real del nacimiento de Cristo como 25 pashons copto (20 de mayo) en el vigésimo octavo año de Augusto. Desde 221, en la obra Chronographiai, Sexto Julio Africano popularizó el 25 de diciembre como la fecha del nacimiento de Jesús. Para la época del Concilio de Nicea I en 325, la Iglesia Alejandrina ya había fijado el Díes nativitatis et epifaníae.
El papa Julio I pidió en 350 que el nacimiento de Cristo fuera celebrado el 25 de diciembre, lo cual fue decretado por el papa Liberio en 354. La primera mención de un banquete de Navidad en tal fecha en Constantinopla, data de 379, bajo Gregorio Nacianceno. La fiesta fue introducida en Antioquía hacia 380. En Jerusalén, Egeria, en el siglo IV, atestiguó el banquete de la presentación, cuarenta días después del 6 de enero, el 15 de febrero, que debe haber sido la fecha de celebración del nacimiento. El banquete de diciembre alcanzó Egipto en el siglo V.
Adopción de la fecha de Navidad como 25 de diciembre
Un árbol de Navidad.En Antioquía, probablemente en 386, Juan Crisóstomo impulsó a la comunidad a unir la celebración del nacimiento de Cristo con el del 25 de diciembre,[1] aunque parte de la comunidad ya guardaba ese día por lo menos desde diez años antes.
En el Imperio romano, las celebraciones de Saturno durante la semana del solsticio, que eran el acontecimiento social principal, llegaban a su apogeo el 25 de diciembre. Para hacer más fácil que los romanos pudiesen convertirse al cristianismo sin abandonar sus festividades, el papa Julio I pidió en 350 que el nacimiento de Cristo fuera celebrado en esa misma fecha.
Algunos mantienen que el 25 de diciembre fue adoptado solamente en el siglo cuarto como día de fiesta cristiano después de que el emperador romano Constantino I el Grande se convirtió al cristianismo para animar un festival religioso común y convertir a los paganos en cristianos. La lectura atenta de expedientes históricos indica que la primera mención de tal banquete en Constantinopla no sucedió sino hasta 379, bajo San Gregorio Nacianceno. En Roma, puede ser confirmado solamente cuando se menciona un documento aproximadamente del año 350, pero sin ninguna mención de la sanción por el emperador Constantino.
Los primeros cristianos celebraban principalmente la Epifanía, cuando los Reyes Magos visitaron al Niño Jesús. (Esto todavía se celebra en Argentina, Armenia, España, Perú, Paraguay, Puerto Rico, República Dominicana, México, Colombia, Uruguay, Venezuela y Chile). Para las Iglesias Orientales la Epifanía es más importante que la Natividad, ya que es ese día cuando se da a conocer al mundo, en la persona de los extranjeros.
Algunas tradiciones de la Navidad, particularmente las de Escandinavia, tienen su origen en la celebración germánica de Yule, como son el árbol de Navidad. Allí la Navidad se conoce como Yule (o jul).
miércoles, 23 de diciembre de 2009
¿QUÉ ES LA NAVIDAD?
Autor: Sergio A. Perelli
La semana previa a la Navidad del año 2009, mientras preparaba un café; mis oídos no dejaron escapar una conversación que se estaba desarrollando en un programa de televisión que mi hijo menor estaba viendo.
Entonces, decidí pasar a la habitación en donde se encontraba Giovanni y la escena de la serie televisiva secular presentaba a un padre que tenía a sus hijos reunidos alrededor de la mesa familiar y a los cuales les hacía la siguiente pregunta: ¿qué es la Navidad para Ustedes?
El mayor de los hijos tomando la iniciativa respondió: “Papá, si le hicieras la misma pregunta a 100 personas tendrías 100 respuestas diferentes”.
¿Será que si yo les pregunto a 100 personas que pudiera encontrar participando de una carrera de ratas para comprar regalos en un centro comercial qué es la Navidad para ellos; obtendría 100 respuestas diferentes?
Tengo que confesar que me siento inclinado a estar de acuerdo con el enunciado que salió de los labios del joven actor porque en la misma semana había escuchado algo similar en un programa de radio secular con el agregado de que muchos llegaron a la conclusión de que: “La Navidad puede tener muchos significados…es un tiempo de familia, de dulces, de regalos, de fiestas, de amigos, de solidaridad, de ocio, de compras, de cenas, de nieve, etcétera.”
¿Será que en el etcétera están incluidas las borracheras y todas las obras de la carne?
¿Será que en el etcétera está incluido Papá Noel?
O ¿será que en el etcétera alguien pensó en el nombre de JESUS?
No me extraña que en el mundo en que vivimos los nombres de los personajes de Papá Noel, de Santa Claus, de San Nicolás, del Colacho o del Viejito Pascuero, hayan reemplazado el nombre de JESUS; pero el temor más grande que tengo es que en la Navidad, JESUS tampoco sea el invitado de honor en los hogares de familias que dicen profesar el Cristianismo, pero que EMANUEL en un etcétera de la celebración.
Yo aproveché la oportunidad para preguntarle a mi hijo: ¿qué es la Navidad para ti?
Su respuesta fue: “En la Navidad celebramos el nacimiento de Jesús, que vino al mundo para morir por nuestros pecados en la Cruz”.
Si Pablo hubiera estado examinando a Giovanni como su discípulo, le hubiera dado un 10 o una A como calificación a su respuesta.
¿No fue el mismo apóstol que escribió: “Palabra fiel y digna de ser recibida por todos: que CRISTO JESUS VINO AL MUNDO PARA SALVAR A LOS PECADORES, DE LOS CUALES YO SOY EL PRIMERO?”. (1 Timoteo 1:15)
Cuando el ángel del Señor se le apareció en sueños a José para anunciarle que María daría a luz un niño le dijo: “Llamarás su nombre JESUS, porque EL SALVARA A SU PUEBLO DE SUS PECADOS”.
No existe otra razón válida para celebrar la Navidad de que “CRISTO VINO AL MUNDO A SALVAR A SERGIO” y esto es lo que debería significar la Navidad también para Usted.
Gracia y Paz
Sergio
“Amigo de Jesús”
La semana previa a la Navidad del año 2009, mientras preparaba un café; mis oídos no dejaron escapar una conversación que se estaba desarrollando en un programa de televisión que mi hijo menor estaba viendo.
Entonces, decidí pasar a la habitación en donde se encontraba Giovanni y la escena de la serie televisiva secular presentaba a un padre que tenía a sus hijos reunidos alrededor de la mesa familiar y a los cuales les hacía la siguiente pregunta: ¿qué es la Navidad para Ustedes?
El mayor de los hijos tomando la iniciativa respondió: “Papá, si le hicieras la misma pregunta a 100 personas tendrías 100 respuestas diferentes”.
¿Será que si yo les pregunto a 100 personas que pudiera encontrar participando de una carrera de ratas para comprar regalos en un centro comercial qué es la Navidad para ellos; obtendría 100 respuestas diferentes?
Tengo que confesar que me siento inclinado a estar de acuerdo con el enunciado que salió de los labios del joven actor porque en la misma semana había escuchado algo similar en un programa de radio secular con el agregado de que muchos llegaron a la conclusión de que: “La Navidad puede tener muchos significados…es un tiempo de familia, de dulces, de regalos, de fiestas, de amigos, de solidaridad, de ocio, de compras, de cenas, de nieve, etcétera.”
¿Será que en el etcétera están incluidas las borracheras y todas las obras de la carne?
¿Será que en el etcétera está incluido Papá Noel?
O ¿será que en el etcétera alguien pensó en el nombre de JESUS?
No me extraña que en el mundo en que vivimos los nombres de los personajes de Papá Noel, de Santa Claus, de San Nicolás, del Colacho o del Viejito Pascuero, hayan reemplazado el nombre de JESUS; pero el temor más grande que tengo es que en la Navidad, JESUS tampoco sea el invitado de honor en los hogares de familias que dicen profesar el Cristianismo, pero que EMANUEL en un etcétera de la celebración.
Yo aproveché la oportunidad para preguntarle a mi hijo: ¿qué es la Navidad para ti?
Su respuesta fue: “En la Navidad celebramos el nacimiento de Jesús, que vino al mundo para morir por nuestros pecados en la Cruz”.
Si Pablo hubiera estado examinando a Giovanni como su discípulo, le hubiera dado un 10 o una A como calificación a su respuesta.
¿No fue el mismo apóstol que escribió: “Palabra fiel y digna de ser recibida por todos: que CRISTO JESUS VINO AL MUNDO PARA SALVAR A LOS PECADORES, DE LOS CUALES YO SOY EL PRIMERO?”. (1 Timoteo 1:15)
Cuando el ángel del Señor se le apareció en sueños a José para anunciarle que María daría a luz un niño le dijo: “Llamarás su nombre JESUS, porque EL SALVARA A SU PUEBLO DE SUS PECADOS”.
No existe otra razón válida para celebrar la Navidad de que “CRISTO VINO AL MUNDO A SALVAR A SERGIO” y esto es lo que debería significar la Navidad también para Usted.
Gracia y Paz
Sergio
“Amigo de Jesús”
sábado, 14 de noviembre de 2009
¡SIN DIFAMACIONES POR FAVOR!
La ONU incluye la «difamación religiosa» como violación de Derechos Humanos.
EE.UU-. ( AGENCIALAVOZ.COM ) El Consejo de Derechos Humanos de la ONU ha aprobado una resolución no vinculante en la que condena «la difamación de la religión» como violación de los derechos humanos.
La enmienda no ha recibido el apoyo de la Unión Europea, que considera que «los derechos del hombre pertenecen a los individuos, no a las instituciones o a las religiones». La resolución ha generado un debate, aún candente, que se ha extendido entre políticos, filósofos y legisladores de todo el mundo. Peter Singer, profesor de ética de la Universidad de Princeton, estima que la «difamación» puede entrar en conflicto con el derecho a la libertad de expresión. «Si los intentos de sembrar el odio contra los adeptos de una religión o de incitar a la violencia contra ellos deben ser legítimamente suprimidos, la crítica de la religión en cuanto tal debe ser respetada», expresa en un artículo publicado en la web http://www.project-syndicate.org/. En un comentario publicado en La Libre Belgique (13-08-09), Paul Löwenthal se muestra de acuerdo en que «las religiones deben poder ser criticadas y que el único límite a esta crítica es el respeto debido a las personas». Como creyente, no piensa que haya que crear un tabú sobre las ideas religiosas, siempre que se las ataque «respetando a las personas que las comparten». El problema, dice, es el tratamiento reservado a las comunidades que reúnen a personas en torno a ideas, ya sean Iglesias o su equivalente en otras religiones o convicciones filosóficas. Peter Singer y otros laicos quieren asimilar estas instituciones a «ideas», justificando así que se reserve la protección de derechos solo a los individuos. «Las Iglesias, reducidas a su mensaje, no tendrían acceso a ciertas protecciones ligadas a los derechos del hombre. Al utilizar esta argumentación, olvidan los derechos colectivos, debidamente reconocidos en los tratados internacionales: distanciándose progresivamente del individualismo de los orígenes, la comunidad internacional proclama hoy derechos económicos y sociales, culturales, de los pueblos, un derecho al desarrollo y al medio ambiente». Para Löwenthal es «anormal que gentes que defienden estos derechos colectivos, los rechacen en materia religiosa». Si se reconoce que «la Liga de los Derechos del Hombre pueda recurrir a los tribunales de justicia, en nombre de sus miembros o de terceras personas, víctimas de tratamientos que se consideran indignos, ¿por qué hacer una excepción con las Iglesias? ¿Las Iglesias valdrían menos que una ONG o un sindicato profesional?». Los humanistas ateos tienen su derecho a militar contra la religión. Pero «los Estados tienen la misión de proteger los derechos humanos de su población, y esto incluye a toda la población, también a las Iglesias».
EE.UU-. ( AGENCIALAVOZ.COM ) El Consejo de Derechos Humanos de la ONU ha aprobado una resolución no vinculante en la que condena «la difamación de la religión» como violación de los derechos humanos.
La enmienda no ha recibido el apoyo de la Unión Europea, que considera que «los derechos del hombre pertenecen a los individuos, no a las instituciones o a las religiones». La resolución ha generado un debate, aún candente, que se ha extendido entre políticos, filósofos y legisladores de todo el mundo. Peter Singer, profesor de ética de la Universidad de Princeton, estima que la «difamación» puede entrar en conflicto con el derecho a la libertad de expresión. «Si los intentos de sembrar el odio contra los adeptos de una religión o de incitar a la violencia contra ellos deben ser legítimamente suprimidos, la crítica de la religión en cuanto tal debe ser respetada», expresa en un artículo publicado en la web http://www.project-syndicate.org/. En un comentario publicado en La Libre Belgique (13-08-09), Paul Löwenthal se muestra de acuerdo en que «las religiones deben poder ser criticadas y que el único límite a esta crítica es el respeto debido a las personas». Como creyente, no piensa que haya que crear un tabú sobre las ideas religiosas, siempre que se las ataque «respetando a las personas que las comparten». El problema, dice, es el tratamiento reservado a las comunidades que reúnen a personas en torno a ideas, ya sean Iglesias o su equivalente en otras religiones o convicciones filosóficas. Peter Singer y otros laicos quieren asimilar estas instituciones a «ideas», justificando así que se reserve la protección de derechos solo a los individuos. «Las Iglesias, reducidas a su mensaje, no tendrían acceso a ciertas protecciones ligadas a los derechos del hombre. Al utilizar esta argumentación, olvidan los derechos colectivos, debidamente reconocidos en los tratados internacionales: distanciándose progresivamente del individualismo de los orígenes, la comunidad internacional proclama hoy derechos económicos y sociales, culturales, de los pueblos, un derecho al desarrollo y al medio ambiente». Para Löwenthal es «anormal que gentes que defienden estos derechos colectivos, los rechacen en materia religiosa». Si se reconoce que «la Liga de los Derechos del Hombre pueda recurrir a los tribunales de justicia, en nombre de sus miembros o de terceras personas, víctimas de tratamientos que se consideran indignos, ¿por qué hacer una excepción con las Iglesias? ¿Las Iglesias valdrían menos que una ONG o un sindicato profesional?». Los humanistas ateos tienen su derecho a militar contra la religión. Pero «los Estados tienen la misión de proteger los derechos humanos de su población, y esto incluye a toda la población, también a las Iglesias».
lunes, 9 de noviembre de 2009
¿Cómo leemos la Biblia?
Es posible leer la Biblia con regularidad y todavía no obtener mucho alimento espiritual. La mayoría de nosotros somos algo perezosos, y si no tomamos medidas adecuadas, nuestra lectura tiende a degenerar en una simple rutina. El remedio está en la práctica de leer con propósito, acercándonos a la porción escogida en busca de información específica. En seguida se enumeran diez preguntas que debemos hacernos cada vez que leemos un pasaje bíblico:
1. ¿Cuál es el tema general de este pasaje?
2. ¿Cuál es la lección principal que el pasaje enseña?
3. ¿Cuál es, para mí, el versículo más inspirador en este pasaje?
4. ¿Qué enseña este pasaje acerca de Dios?
5. ¿Encuentro en el pasaje algún ejemplo que debo seguir?
6. ¿Señala el pasaje algún pecado que yo debo confesar?
7. ¿Hallo en este pasaje algún error que debo evitar?
8. ¿Presenta el pasaje algún deber que necesito cumplir?
9. ¿Contiene el pasaje alguna promesa que debo reclamar?
10. ¿Consigna el pasaje alguna oración que debo hacer mía?
No quiero decir que en todo pasaje bíblico que leamos habremos de encontrar una respuesta para cada una de estas diez preguntas. Pero el hecho de estar pendientes de hallar algo relacionado con todas ellas nos ayuda a mantenernos más alertas.
Además, esta manera de leer tiene la grandísima ventaja de que nos obliga a descubrir en la Biblia un mensaje personal. No podemos leer así sin darnos cuenta de que Dios está hablando a nuestro propio corazón. Y esto nos mueve a obedecer, pues Cristo ha dicho: "Si sabéis estas cosas, bienaventurados seréis si las hiciereis" (Juan 13:17). Y cuando obedecemos, recibimos mayores manifestaciones de la gracia de Dios, porque en otro lugar el Señor declaró que "el que tiene mis mandamientos y los guarda, ése es el que me ama; y el que me ama, será amado por mi Padre, y yo le amaré, y me manifestaré a él" (Juan 14:21).
por: James D. Crane.
1. ¿Cuál es el tema general de este pasaje?
2. ¿Cuál es la lección principal que el pasaje enseña?
3. ¿Cuál es, para mí, el versículo más inspirador en este pasaje?
4. ¿Qué enseña este pasaje acerca de Dios?
5. ¿Encuentro en el pasaje algún ejemplo que debo seguir?
6. ¿Señala el pasaje algún pecado que yo debo confesar?
7. ¿Hallo en este pasaje algún error que debo evitar?
8. ¿Presenta el pasaje algún deber que necesito cumplir?
9. ¿Contiene el pasaje alguna promesa que debo reclamar?
10. ¿Consigna el pasaje alguna oración que debo hacer mía?
No quiero decir que en todo pasaje bíblico que leamos habremos de encontrar una respuesta para cada una de estas diez preguntas. Pero el hecho de estar pendientes de hallar algo relacionado con todas ellas nos ayuda a mantenernos más alertas.
Además, esta manera de leer tiene la grandísima ventaja de que nos obliga a descubrir en la Biblia un mensaje personal. No podemos leer así sin darnos cuenta de que Dios está hablando a nuestro propio corazón. Y esto nos mueve a obedecer, pues Cristo ha dicho: "Si sabéis estas cosas, bienaventurados seréis si las hiciereis" (Juan 13:17). Y cuando obedecemos, recibimos mayores manifestaciones de la gracia de Dios, porque en otro lugar el Señor declaró que "el que tiene mis mandamientos y los guarda, ése es el que me ama; y el que me ama, será amado por mi Padre, y yo le amaré, y me manifestaré a él" (Juan 14:21).
por: James D. Crane.
domingo, 8 de noviembre de 2009
¿QUE SIGNIFICA SER EVANGELICO?
Un evangélico es un hombre del evangelio, una mujer del evangelio. Pero hay mucho más. Lo analiza León Morris.
La palabra “evangélico” deriva de evangel: `evangelio´. Por definición, una persona evangélica es alguien que tiene preocupación por el evangelio. Esto va mucho más allá de simplemente predicar el evangelio de vez en cuando. Significa que para él o ella el evangelio de Cristo es central.
Por supuesto es un mensaje y lo predica constantemente. Pero es mucho más que una simple predicación. El evangelio está en el centro de su forma de pensar y de vivir.
El apóstol Pablo recordó a los corintios el evangelio que les había traído, diciendo que lo primordial era que “Cristo murió por nuestro pecados, conforme a las Escrituras” (1 Cor. 15:3). Tengo la impresión de que todo lo que es importante para un evangélico surge de esta afirmación básica. “Cristo murió”.
La cruz es la gran acción básica de Dios. “Por nuestro pecados”. Es la causa testaruda que hizo a la cruz necesaria. Apunta la verdad de que la raza humana tiende más a mal que al bien. Esto se ha caricaturizado como que los evangélicos decían que cada persona se comporta todo lo mal que puede. Eso no es así. Están diciendo que ninguno de nosotros es perfecto. Ninguno de nosotros hace lo que sabe que debe hacer, en lo más profundo de su corazón. Ninguno de nosotros llegaremos al nivel de Dios.
Esto impide que el evangélico se deje llevar por la promesa de cualquier utopía terrenal. El evangélico, como cualquier otro, se unirá a cualquier plan para el beneficio de otros. Lo hace porque ve la defensa del amor que hay en la cruz. Hoy en día nos damos más cuenta que antes de la importancia de este aspecto de nuestro deber hacia nuestro prójimo. Esto es todo para bien.
Pero el evangélico no pone su confianza en esfuerzos humanos. Es pesimista. Ve que tanto las dictaduras de izquierdas como las de derechas acaban oprimiendo. Ve que la democracia en demasiadas ocasiones se convierte en un enredo y en una burocracia fría. Dará lo mejor de sí mismo para lograr que cualquier sistema funcione, pero su confianza no esta puesta en los sistemas. Cada sistema tiene que trabajar con la materia prima de los trabajadores.
El evangélico tiene esto muy claro. Que el ser humano sea pecador establece un límite claro en su capacidad de hacer el bien. Eso acaba con la posibilidad real de alcanzar el bien absoluto. El hecho de que sea pecador hace que no sólo no pueda ganarse la eterna salvación. El pecado deja también su huella en la vida aquí, además de tener consecuencias eternas.
Pero la maravillosa gran verdad es que “Cristo murió por nuestros pecados”. Lo que era imposible para el ser humano, Dios lo llevó a cabo perfectamente a través de CRISTO. Él ha vencido al pecador, ahora y para siempre.
El evangel es un mensaje sobre una salvación que tiene consecuencias tanto temporales como eternas.
Los evangélicos insisten con las Escrituras que la expiación es objetiva además de subjetiva. Sí que tiene su efecto en nosotros, pero su efecto no esta limitado a nuestra experiencia subjetiva.
Se han escrito libros enteros sobre la expiación y sin duda se seguirán escribiendo hasta que Cristo vuelva. Nos ayudan a entender ese gran acto de expiación, pero ninguno de ellos lo explica completamente. ¿Cómo podrían hacerlo? Están escritos por personas pecadoras, personas que están inmersas en la maldad del mundo. No pueden observarlo desde fuera. Pero para el evangélico, lo significativo no es nuestra incapacidad de explicarlo. Lo significativo es que Cristo murió por nuestros pecados. Todo lo que se tenía que hacer lo hizo Él. No se puede añadir nada a su trabajo perfecto y divino.
Por esta razón, el evangélico se sentirá llamado a protestar de vez en cuando en contra de los sistemas que dicen ser cristianos pero que intentan añadir algo a la obra ya hecha por Cristo. Ya sea apelando a conseguir la salvación por las buenas obras personales, o mediante prácticas litúrgicas, o por cualquier otra forma. Cristo murió, ni más ni menos. Nuestro patéticos dogmas se desvanecen delante de su sacrifico de amor.
Cuando me enfrento a la cruz, puedo responder y volver hacia Cristo con fe y amor. O puedo endurecer mi corazón. Responder al amor de Cristo implica convertirme en una persona diferente. Cambia toda la perspectiva de la vida. Los evangélicos siempre han insistido en la necesidad de convertirse. Esto puede ocurrir con una experiencia repentina y cegadora (como Saulo de Tarso). O puede ocurrir gradualmente (Como con Timoteo). El tiempo es inmaterial. El hecho de convertirse lo es todo. Y ocurre con todos los que vienen a Cristo. Un evangélico no da a nadie por perdido. Un evangélico es en este aspecto una persona optimista.
Es fácil ver la cruz como una magnifico incentivo a la pereza. Cristo lo ha hecho todo. Yo no puedo hacer nada. Por lo tanto, no haré nada. Sin embargo el Nuevo Testamento no lo ve de esta forma, Juan puede escribir: “En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que Él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiación por nuestros pecados”. Y luego sigue: “Amados, si Dios nos ha amado así, debemos también nosotros amarnos unos a otros”. (1ª Juan 4:10-11).
El verbo que usa aquí Juan es importante. Debemos, es nuestro deber amarnos unos a otros. El amor no es una ocupación para los ciudadanos un tanto sensibleros y sentimentaloides a los que no les gusta la acción determinada. Es lo que Dios exige de su pueblo como respuesta a Su gran amor, y ese amor se refleja en las acciones hacia los demás, como dice 1ª Corintios 13. El amor es exigente. Cristo no murió, como alguien dijo “por el cristianismo respetable”. Cristo murió por nuestros pecados, para acabar con ellos y así poder convertirnos en personas que aman.
Nosotros, los seres humanos, conocemos el amor hacia las personas atractivas, hermosas, hacia aquellos que nos aman. El amor de Cristo está dirigido a los pecadores (Romanos 5:8), un amor que aparta el pecado y rechaza nuestro egoísmo para que el amor se convierta en el motivo principal de nuestra existencia.
Esto significa en primera instancia que amemos a los creyentes. El evangelio ve la iglesia, la comunidad, como una parte integral del propósito de Dios. Y en segunda instancia, significa que amemos a los de fuera. Significa ser personas que aman, porque seguimos a aquel que murió por los pecadores. Significa evangelismo, trayendo a lo pecadores el mejor regalo que tenemos.
León Morris es escritor y teólogo internacional
La palabra “evangélico” deriva de evangel: `evangelio´. Por definición, una persona evangélica es alguien que tiene preocupación por el evangelio. Esto va mucho más allá de simplemente predicar el evangelio de vez en cuando. Significa que para él o ella el evangelio de Cristo es central.
Por supuesto es un mensaje y lo predica constantemente. Pero es mucho más que una simple predicación. El evangelio está en el centro de su forma de pensar y de vivir.
El apóstol Pablo recordó a los corintios el evangelio que les había traído, diciendo que lo primordial era que “Cristo murió por nuestro pecados, conforme a las Escrituras” (1 Cor. 15:3). Tengo la impresión de que todo lo que es importante para un evangélico surge de esta afirmación básica. “Cristo murió”.
La cruz es la gran acción básica de Dios. “Por nuestro pecados”. Es la causa testaruda que hizo a la cruz necesaria. Apunta la verdad de que la raza humana tiende más a mal que al bien. Esto se ha caricaturizado como que los evangélicos decían que cada persona se comporta todo lo mal que puede. Eso no es así. Están diciendo que ninguno de nosotros es perfecto. Ninguno de nosotros hace lo que sabe que debe hacer, en lo más profundo de su corazón. Ninguno de nosotros llegaremos al nivel de Dios.
Esto impide que el evangélico se deje llevar por la promesa de cualquier utopía terrenal. El evangélico, como cualquier otro, se unirá a cualquier plan para el beneficio de otros. Lo hace porque ve la defensa del amor que hay en la cruz. Hoy en día nos damos más cuenta que antes de la importancia de este aspecto de nuestro deber hacia nuestro prójimo. Esto es todo para bien.
Pero el evangélico no pone su confianza en esfuerzos humanos. Es pesimista. Ve que tanto las dictaduras de izquierdas como las de derechas acaban oprimiendo. Ve que la democracia en demasiadas ocasiones se convierte en un enredo y en una burocracia fría. Dará lo mejor de sí mismo para lograr que cualquier sistema funcione, pero su confianza no esta puesta en los sistemas. Cada sistema tiene que trabajar con la materia prima de los trabajadores.
El evangélico tiene esto muy claro. Que el ser humano sea pecador establece un límite claro en su capacidad de hacer el bien. Eso acaba con la posibilidad real de alcanzar el bien absoluto. El hecho de que sea pecador hace que no sólo no pueda ganarse la eterna salvación. El pecado deja también su huella en la vida aquí, además de tener consecuencias eternas.
Pero la maravillosa gran verdad es que “Cristo murió por nuestros pecados”. Lo que era imposible para el ser humano, Dios lo llevó a cabo perfectamente a través de CRISTO. Él ha vencido al pecador, ahora y para siempre.
El evangel es un mensaje sobre una salvación que tiene consecuencias tanto temporales como eternas.
Los evangélicos insisten con las Escrituras que la expiación es objetiva además de subjetiva. Sí que tiene su efecto en nosotros, pero su efecto no esta limitado a nuestra experiencia subjetiva.
Se han escrito libros enteros sobre la expiación y sin duda se seguirán escribiendo hasta que Cristo vuelva. Nos ayudan a entender ese gran acto de expiación, pero ninguno de ellos lo explica completamente. ¿Cómo podrían hacerlo? Están escritos por personas pecadoras, personas que están inmersas en la maldad del mundo. No pueden observarlo desde fuera. Pero para el evangélico, lo significativo no es nuestra incapacidad de explicarlo. Lo significativo es que Cristo murió por nuestros pecados. Todo lo que se tenía que hacer lo hizo Él. No se puede añadir nada a su trabajo perfecto y divino.
Por esta razón, el evangélico se sentirá llamado a protestar de vez en cuando en contra de los sistemas que dicen ser cristianos pero que intentan añadir algo a la obra ya hecha por Cristo. Ya sea apelando a conseguir la salvación por las buenas obras personales, o mediante prácticas litúrgicas, o por cualquier otra forma. Cristo murió, ni más ni menos. Nuestro patéticos dogmas se desvanecen delante de su sacrifico de amor.
Cuando me enfrento a la cruz, puedo responder y volver hacia Cristo con fe y amor. O puedo endurecer mi corazón. Responder al amor de Cristo implica convertirme en una persona diferente. Cambia toda la perspectiva de la vida. Los evangélicos siempre han insistido en la necesidad de convertirse. Esto puede ocurrir con una experiencia repentina y cegadora (como Saulo de Tarso). O puede ocurrir gradualmente (Como con Timoteo). El tiempo es inmaterial. El hecho de convertirse lo es todo. Y ocurre con todos los que vienen a Cristo. Un evangélico no da a nadie por perdido. Un evangélico es en este aspecto una persona optimista.
Es fácil ver la cruz como una magnifico incentivo a la pereza. Cristo lo ha hecho todo. Yo no puedo hacer nada. Por lo tanto, no haré nada. Sin embargo el Nuevo Testamento no lo ve de esta forma, Juan puede escribir: “En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que Él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiación por nuestros pecados”. Y luego sigue: “Amados, si Dios nos ha amado así, debemos también nosotros amarnos unos a otros”. (1ª Juan 4:10-11).
El verbo que usa aquí Juan es importante. Debemos, es nuestro deber amarnos unos a otros. El amor no es una ocupación para los ciudadanos un tanto sensibleros y sentimentaloides a los que no les gusta la acción determinada. Es lo que Dios exige de su pueblo como respuesta a Su gran amor, y ese amor se refleja en las acciones hacia los demás, como dice 1ª Corintios 13. El amor es exigente. Cristo no murió, como alguien dijo “por el cristianismo respetable”. Cristo murió por nuestros pecados, para acabar con ellos y así poder convertirnos en personas que aman.
Nosotros, los seres humanos, conocemos el amor hacia las personas atractivas, hermosas, hacia aquellos que nos aman. El amor de Cristo está dirigido a los pecadores (Romanos 5:8), un amor que aparta el pecado y rechaza nuestro egoísmo para que el amor se convierta en el motivo principal de nuestra existencia.
Esto significa en primera instancia que amemos a los creyentes. El evangelio ve la iglesia, la comunidad, como una parte integral del propósito de Dios. Y en segunda instancia, significa que amemos a los de fuera. Significa ser personas que aman, porque seguimos a aquel que murió por los pecadores. Significa evangelismo, trayendo a lo pecadores el mejor regalo que tenemos.
León Morris es escritor y teólogo internacional
EL PADRE DE LA NEO-ORTODOXIA
KARL BARTH (10 de mayo de 1886 (Basilea, Suiza) - 10 de diciembre de 1968) fue un influyente teólogo reformado, considerado uno de los pensadores cristianos del siglo XX. A partir de su experiencia como pastor, rechazó su formación en la típica teología liberal predominante, típica del protestantismo del siglo XIX. En su lugar, Barth tomó un nuevo rumbo teológico, llamado inicialmente “Teología Dialéctica”, debido a su énfasis sobre la naturaleza paradójica de la verdad divina Otros críticos se han referido a Barth como el padre de la “Neo-ortodoxia” –término enfáticamente rechazado por el propio Barth–. El pensamiento teológico de Barth recalca la soberanía de Dios, principalmente a través de su innovadora “doctrina de la elección.”
PRIMEROS AÑOS.
Aunque nació en Basilea, Karl Barth vivió su niñez en Berna. Entre 1911 y 1921 sirvió como pastor reformado en el pueblo de Safenwil (cantón de Argovia). En 1913 contrajo matrimonio con Nelly Hoffman, una talentosa violinista, de este matrimonio nacerían cuatro hijos y una hija. Posteriormente fue profesor de Teología en Gotinga (1921-1925), Münster (1925-1930) y Bonn (1930-1935). Durante su estancia en Gotinga conoció a Charlotte von Kirschbaum, quien a la larga vendría a ser su secretaria y asistente, jugando un importante papel en la redacción de la extensa obra de Barth: "Dogmática Eclesial". Tuvo que abandonar Alemania en 1935, por negarse a prestar juramento a Adolf Hitler. Barth regresó a Suiza y fue profesor en la Universidad de Basilea hasta su retiro en 1962, aunque siguió enseñando hasta su muerte.
Barth, originalmente, fue educado dentro del pensamiento del protestantismo liberal, bajo las enseñanzas de maestros como Wilhelm Herrmann, pero se rebeló contra esta teología en tiempos de la Primera Guerra Mundial. Esta reacción fue determinada por varios factores, entre los que destacan su compromiso con el movimiento religioso socialista suizo y alemán en los que figuraban hombres como Herman Kutter, la influencia del movimiento del "realismo bíblico" alrededor de hombres como Christoph Blumhardt y Søren Kierkegaard, y el impacto de la filosofía escéptica de Franz Overbeck.
Su obra más importante es la dogmática eclesial, 14 tomos con más de 10.000 páginas. Su tesis principal:
Dios es Dios, pero es Dios para el mundo
el mundo es mundo, pero amado por Dios
Dios se encuentra con el mundo en su Palabra, Jesucristo.
PRIMEROS AÑOS.
Aunque nació en Basilea, Karl Barth vivió su niñez en Berna. Entre 1911 y 1921 sirvió como pastor reformado en el pueblo de Safenwil (cantón de Argovia). En 1913 contrajo matrimonio con Nelly Hoffman, una talentosa violinista, de este matrimonio nacerían cuatro hijos y una hija. Posteriormente fue profesor de Teología en Gotinga (1921-1925), Münster (1925-1930) y Bonn (1930-1935). Durante su estancia en Gotinga conoció a Charlotte von Kirschbaum, quien a la larga vendría a ser su secretaria y asistente, jugando un importante papel en la redacción de la extensa obra de Barth: "Dogmática Eclesial". Tuvo que abandonar Alemania en 1935, por negarse a prestar juramento a Adolf Hitler. Barth regresó a Suiza y fue profesor en la Universidad de Basilea hasta su retiro en 1962, aunque siguió enseñando hasta su muerte.
Barth, originalmente, fue educado dentro del pensamiento del protestantismo liberal, bajo las enseñanzas de maestros como Wilhelm Herrmann, pero se rebeló contra esta teología en tiempos de la Primera Guerra Mundial. Esta reacción fue determinada por varios factores, entre los que destacan su compromiso con el movimiento religioso socialista suizo y alemán en los que figuraban hombres como Herman Kutter, la influencia del movimiento del "realismo bíblico" alrededor de hombres como Christoph Blumhardt y Søren Kierkegaard, y el impacto de la filosofía escéptica de Franz Overbeck.
Su obra más importante es la dogmática eclesial, 14 tomos con más de 10.000 páginas. Su tesis principal:
Dios es Dios, pero es Dios para el mundo
el mundo es mundo, pero amado por Dios
Dios se encuentra con el mundo en su Palabra, Jesucristo.
sábado, 7 de noviembre de 2009
476 años de la conversion de Juan Calvino

No se sabe con certeza cuándo ni cómo fue su conversión, pero sí sabemos que el primero de noviembre de 1533 ocurrió un incidente que nos muestra que se había operado un cambio drástico en sus convicciones religiosas. El rector de la Universidad de la Sorbona en París, Nicolás Cop el amigo de Calvino, pronunció un discurso en ocasión de la apertura del año académico; pero más que un discurso, fue un sermón que mostraba una clara influencia tanto de Erasmo como Lutero. En este sermón, Nicolás Cop defendió la doctrina de la justificación por los méritos de Cristo, a la vez que protestó contra los ataques y persecuciones de que eran objeto los que disentían de la Iglesia de Roma: "Herejes, seductores, impostores malditos, así tienen la costumbre el mundo y los malvados de llamar a aquellos que pura y simplemente se esfuerzan en insinuar el evangelio en el alma de los fieles". Y luego añadió: "Ojalá podáis, en ese periodo infeliz, traer la paz a la Iglesia más bien con la palabra que con la espada".
El discurso cayó como una bomba en la univesidad y en otros sectores, a tal punto que el Parlamento inició un proceso contra él. Por otra parte, comenzó a correr el rumor de que la mano de Calvino estaba detrás de la redacción del discurso,. "Si Calvino no escribió el discurso, por lo menos lo influyó en tono y contenido, que era profundamente protestante". Un mes más tarde, cuando Nicolás Cop se dirigía al Parlamento para responder el sumario que se había preparado en su contra, un amigo diputado le envió una nota advirtiéndole que debía escapar por su vida, pues el Parlamento estaba siendo presionado por la corona para que fuese condenado. Es así como Calvino y Nicolás Cop deciden escapar de París.
Con poco más de 20 años adoptó los puntos de vista de Lutero: negación de la autoridad de la iglesia de Roma por derecho divino, negando la sucesión apostólica desde el apóstol Pedro, y dando primordial importancia de la Biblia como única regla de fe y conducta ("Sola fides, sola Scriptura"), destacando la doctrina de la justificación del hombre por medio de la gracia.
Sientes que el Señor está tocando las puertas de tu corazón, ¿Cuándo responderás al llamado? el 1 de Noviembre de 2009 se cumplieron 476 años de la conversión de Calvino y en qué fecha será la tuya, una vida cristiana consagrada es muy hermosa, ven y forma parte de la familia de Dios.
Dios te bendiga y te guarde,
LIC. HAROLD CARBONELL MEJIA
Teología y Doctrina
En cuanto a la teología, las Iglesias Presbiterianas se basan totalmente en las enseñanas de la Biblia y tienen a Juan Calvino (1509-1564) como uno de los comentaristas más destacados. Su fe es recogida en las notables formulaciones confesionales (confesiones de fe y catecismos), elaboradas por los reformadores de los siglos XVI y XVII. De éstas, destácase la Confesión de Fe de Westminster, hecha por la Asamblea de Westminster reunida en Londres en la década de 1640. Este conjunto de convicciones presbiterianas, bien expuestas por Calvino, es denominado Teología Calvinista o Reformada. Entre sus énfasis están la soberanía de Dios, la elección divina, la importancia céntrica de la Palabra y los Sacramentos, el concepto del pacto, la validez permanente de la ley moral y la perfecta conciliación de la piedad y el cultivo intelectual.
De esta manera, podemos definir calvinismo como "un sistema de convicciones" que, bajo la influencia de las exposiciones de la Biblia hechas por Juan Calvino, "surgió para dominar en las diversas esferas de la vida humana" (KUYPER, Abraham, Calvinismo, 2002, p. 22).
Una característica importante de la iglesia presbiteriana es su doctrina. Como se menciona previamente, las enseñanzas de esta organización religiosa se basan en la Biblia y tienen a Juan Calvino y otros como principales comentaristas (hombres de Dios que explican desarrollada y extensamente porciones de la Palabra de Dios). Una asamblea instituida en Westminster, en el año de 1643 aceptó la doctrina calvinista y la plasmaron en lo que es "El Catecismo Mayor" y la "Confesión de Fe". La Doctrina se basa fundamentalmente en la inspiración de la Escritura, la divinidad de Jesucristo, la expiación, la regeneración, el arrepentimiento, la justificación por la fe, la santificación, la adopción, la resurrección de Jesucristo, su ministerio de intercesión y su segunda venida. La Doctrina Presbiteriana se ocupa en poner especial atención a la exaltación de Dios, su soberanía y la predestinación (un plan de Dios mediante el cual escogió a sus hijos desde antes de la fundación del mundo). Esta última doctrina se enseña de forma más moderada y matizada de lo que aparece en la obra de Calvino. Otros dos documentos históricos que recogen enseñanzas de las iglesias reformadas son el Catecismo de Heidelberg y la Segunda Confesión Helvética.
En relación a los sacramentos, son sellos y signos santos del pacto de la gracia, establecidos por Dios, para representar a Cristo y sus beneficios. En cada sacramento hay una unión espiritual. La gracia que se expresa en los sacramentos no se imparte porque en ellos resida poder alguno, sino de la acción del Espíritu Santo por medio de los elementos utilizados en cada sacramento.
La Iglesia Presbiteriana acepta solamente dos sacramentos instituidos por Jesucristo: el Bautismo y la Santa Cena. Los presbiterianos creen que el bautismo es un sacramento instituido por Jesucristo, en el cual la persona ingresa en la Iglesia y es un signo del sello del pacto de la gracia y de su injerto en Cristo, de su nuevo nacimiento y del perdón de los pecados. El elemento externo utilizado es el agua y se bautiza a la persona en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, ya que el bautismo se aplica solamente una vez en la vida. No es necesario sumergir a la persona, y se acepta cualquier bautismo realizado por otra denominación religiosa cristiana (no incluyendo a la Iglesia Católica o la Ortodoxa) siempre que se haya efectuado en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Los que se bautizan declaran su fe en Jesús y de sus hijos. Por tanto, los presbiterianos creen en el bautismo en los niños. La Cena del Señor es el otro sacramento de los presbiterianos, en el cual Cristo no es ofrecido nuevamente al Padre, ni es otro sacrificio para el perdón de los pecados. La comunión es una conmemoración del sacrificio que hizo Jesucristo en la cruz del Calvario. Los elementos externos son el pan y el vino que representan el cuerpo y la sangre de Cristo, respectivamente. Por lo tanto, los presbiterianos no creen en la doctrina católica de la transustanciación. Los que participan dignamente de este sacramento, según los presbiterianos, reciben espiritualmente a Cristo por medio de la fe.
Un poco de historia
Esta denominación derivan su nombre de la palabra griega presbyteros, que significa literalmente "anciano". El gobierno presbiteriano es común a las iglesias protestantes que siguieron más de cerca el modelo de la Reforma protestante de Suiza. En Inglaterra, Escocia e Irlanda, las iglesias reformadas que adoptaron un gobierno presbiteriano en vez del episcopal, pasaron a ser conocidas (como es natural) como la Iglesia Presbiteriana.
El origen del presbiterianismo se remonta al principio de la Reforma Protestante del siglo XVI, más precisamente a las reformas protestantes suiza y escocesa, lideradas por personajes como Ulrico Zuinglio, Juan Calvino, Juan Knox y Heinrich Bullinger.
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